Paradógicamente, mientras escudriñaba el cielo, me he encontrando el cometa, y terminé extinto de vida. Ahora que resurge en mi aquel astro, sigo...
La sacerdotisa de jade -verde jade-, me ha instruido en mis errores. "¡No desistas!, solo acontece de manera diferente" es lo que me dice siempre que con ella encuentro los errores y prejuicios que habitan en mi mente. De ella he hecho consciente la crueldad de amputar lo que le hace a uno más feliz.
Mientras camino por estas calles ahora desoladas de Coyoacán, con ella se encuentra por el otro lado de la acera, de manera metafórca, aquél de quien dudo de su amor como dudo de mi existencia. Lo dudo porque no puedo asegurar algo de manera completa sin caer en alguna tautología. Dudar, en mi experiencia, eso es algo completamente acertado, todo tiende a caer en una paradoja o una tautología. Y entre el que si me ama o lo amo, o nos amamos, tuve fé y creí que ya lo había encontrado como esa parte constante en mi vida. El destino hasta ahora ha escrito la manera en la que nos ha vinculado, y es ahora que hay escritos suficientes en esta historia para decir o afirmar los hechos. Sin embargo, parece ser que este caprichoso y paralelo destino sigue forjándose sin permitirnos definir nada. De un lado del espejo, se me es heredado un espíritu que no pedí y que sin embargo, ahora nace en mí como una flama, en concecuencia, una luz personal que pone en evidencia mi oscuridad más perpetua, y que sin embargo representa un pequeño instante de tibiedad que alienta mi caminar para poder encontrarme. Del otro lado del espejo, de este lado en el que vivo, vivo aparte y encuentro en mi cotidianidad a otro con el que estoy y me reconforta. En este lado del espejo yo, y del otro lado, él reflejado en mí.
Entre cada paso durante este último año, desde el momento en el que lo conocí - o reconocí-, no ha dejado de haber esa leve intermitencia que suele hacerme remembranzas a los pensamientos orientados lo que aprendí de él, sea lo que sea, o como sea. He cambiado porque nos encontramos. El impacto sufrido ese día, ese bendito y maldito día, no se recuperará nunca, no fue algo reversible. Es como si un cometa chocara con la Tierra y la sacara de su órbita.
En este mi planeta, que soy yo, ha llegado a vivir mucha gente. Algunos gobernantes, algunos héroes, muchísimos romances, pocos amores (muy pocos). Pero nunca había llegado algo que viniera a partirme tanto en mi madre. Me incitó a matarme un poco y mató en consecuencia a todo tipo de ser vivo en mi superficie, cambió mi órbita, sentenció mis actividades. Cuando en la naturaleza pasan estas cosas, resulta que suelen ser de esos ajustes que la vida hace para que de vez en cuando las cosas cambien bruscamente, así sin mas. Me sacrifiqué, aunque en un proceso muy sofocante, lento y frustrante. Si, sacrificarme es algo que me ha permitido madurar de alguna manera. ¿A quién me ofrecí? A él. Pero como todo ser divino, se que me amó demasiado y me dejó juguetear con mi libre albedrío, pese a que yo no lo quería. Por otra parte y en paralelo, se que nunca podré afirmar un NO en su rechazo o un SI, en su afinidad frente a mis circunstancias. Ante eso, solo me quedan los actos de fe, los milagros.
Entre otras cosas, de él he aprendiendo lo que sus esporádicas, circunstanciales y breves apariciones me han enseñado(cosa que considero un verdadero milagro). He encontrado que en mi espacio, él sólo existe como una imagen y asociada necesariamente a una virtualidad ideal en la que se volvió por ser lo que era y ya no es. Ahora que lo veo, lo concibo más como un santo que como un dios. Encontrarse con un santo es muy poco frecuente... que decir poco frecuente, es rarísimo. La sensación de ello sólo me la ha producido conocerlo.
Mientras tanto, aquí en la tierra, me permito acurrucarme en un rincón de mi cuarto a seguir con mis tareas: pensando en sistemas coopernicanos ente propuestas geocéntricas y heliocéntricas, imaginando los cometas de Tycho Brae, descifrando los horóscopos de Keppler, la acribillada sádica y maquiavélica de los sistemas aristotélicos por Galileo, enuncio teoremas de electrodinámica clásica, me confundo con la relatividad en campos electromagnéticos, arreglo computadoras... Mientras tanto, repito esquemas y palabras entre un poco más de aprendizaje para seguir avanzando con mi órbita, ahora alterada pero constante en mi ciclo de vida.
Estoy despertando de la resaca que me tocó por tomar de su copa, de su copa de fuego que ilumina, que emborracha. Me ha dado a probar de un elixir mortal, y es así como he decidido suicidarme. Nos hemos asesinado y ahora quien sabe que somos. Pero insisto en seguir girando ante este sol. ¿Él? quien sabe. Apenas puedo encontrarme a mi como para salir a su búsqueda.
La sacerdotiza de jade, me ha indicado que necesito un poco más de experiencia.
(La sacerdotiza de jade, idea invocada por Darika Guillén Buendía)
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