viernes, 18 de diciembre de 2009

Del calor y del frío.


Es que la noche que me vuelve un animal rastrero, que busca con su mirada roja ese olor que guía, esa necesidad rastrera de inmiscuirme en la tierra, lo húmedo. Es que la mirada de la luna acentúa mi cacería, la alarga y la afila como ese brillo espectral sobre los edificios que fungen como árboles de mi selva. Es que las luces de la ciudad revelan los caminos más obscuros por los que hay que transitar mientras se huye del resplandor artificial que representan. Es correr en las sombras para esconderse, para no ser presa.

Es que en el día remonta el sol como lo hacen los delgados y minúsculos pelos de mi erizada espalda, que tuercen cualquier flujo de energía frontal hacia el cielo, es que el sudor de mi pecho implica la necesaria evidencia de mi corazón trabajando, mi vida, mi agua desprendida hacia el cielo en forma de un vapor oscilante. Es que en los días nublados todo se apacigua, converge en lo mío, en el guardar a cada paso energía, o quemarla en calor dentro de las sábanas con amor y odio, con sexo y dolor. En todo caso, el día es hacer fluir energía del cielo.

Las noches y los días son de conductas diferentes, y en su naturaleza de frío y fuego, se esconde la hermosa antítesis de sus implicaciones. Que si es sol y calienta, que si es luna y refresca o enfría.

Las frías noches, son una verdadera pesadilla sin el calor de un humano. La soledad es el frío en nuestras almas, aunque a veces, es bonito sentir el frío si uno está bien abrigado. El calor de los días son una verdadera insuficiencia si se está solo. Solo así se puede pensar la incineración de un alma. Afortunadamente, las sombras en el día también son compañeras.

La desolación del humano es la pesadilla del calor en el sol, y el frío cortante de la luna y las estrellas.

La desolación es una pasión extrema de la soledad, que es un estatus normal en todo ser humano.

Un ser se vuelve humano, de manera análoga en la que un niñ@ se vuelve un(a) adult@, cuando afronta ciertas pasiones. Una de ellas, es la desolación.

Salir exitoso de dicho enfrentamiento siempre es cuestionable. Salir airoso de dicho cuestionamiento es imposible.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Escudriñé el cielo en busca del cometa y chocó conmigo.

Paradógicamente, mientras escudriñaba el cielo, me he encontrando el cometa, y terminé extinto de vida. Ahora que resurge en mi aquel astro, sigo...


La sacerdotisa de jade -verde jade-, me ha instruido en mis errores. "¡No desistas!, solo acontece de manera diferente" es lo que me dice siempre que con ella encuentro los errores y prejuicios que habitan en mi mente. De ella he hecho consciente la crueldad de amputar lo que le hace a uno más feliz.

Mientras camino por estas calles ahora desoladas de Coyoacán, con ella se encuentra por el otro lado de la acera, de manera metafórca, aquél de quien dudo de su amor como dudo de mi existencia. Lo dudo porque no puedo asegurar algo de manera completa sin caer en alguna tautología. Dudar, en mi experiencia, eso es algo completamente acertado, todo tiende a caer en una paradoja o una tautología. Y entre el que si me ama o lo amo, o nos amamos, tuve fé y creí que ya lo había encontrado como esa parte constante en mi vida. El destino hasta ahora ha escrito la manera en la que nos ha vinculado, y es ahora que hay escritos suficientes en esta historia para decir o afirmar los hechos. Sin embargo, parece ser que este caprichoso y paralelo destino sigue forjándose sin permitirnos definir nada. De un lado del espejo, se me es heredado un espíritu que no pedí y que sin embargo, ahora nace en mí como una flama, en concecuencia, una luz personal que pone en evidencia mi oscuridad más perpetua, y que sin embargo representa un pequeño instante de tibiedad que alienta mi caminar para poder encontrarme. Del otro lado del espejo, de este lado en el que vivo, vivo aparte y encuentro en mi cotidianidad a otro con el que estoy y me reconforta. En este lado del espejo yo, y del otro lado, él reflejado en mí.

Entre cada paso durante este último año, desde el momento en el que lo conocí - o reconocí-, no ha dejado de haber esa leve intermitencia que suele hacerme remembranzas a los pensamientos orientados lo que aprendí de él, sea lo que sea, o como sea. He cambiado porque nos encontramos. El impacto sufrido ese día, ese bendito y maldito día, no se recuperará nunca, no fue algo reversible. Es como si un cometa chocara con la Tierra y la sacara de su órbita.

En este mi planeta, que soy yo, ha llegado a vivir mucha gente. Algunos gobernantes, algunos héroes, muchísimos romances, pocos amores (muy pocos). Pero nunca había llegado algo que viniera a partirme tanto en mi madre. Me incitó a matarme un poco y mató en consecuencia a todo tipo de ser vivo en mi superficie, cambió mi órbita, sentenció mis actividades. Cuando en la naturaleza pasan estas cosas, resulta que suelen ser de esos ajustes que la vida hace para que de vez en cuando las cosas cambien bruscamente, así sin mas. Me sacrifiqué, aunque en un proceso muy sofocante, lento y frustrante. Si, sacrificarme es algo que me ha permitido madurar de alguna manera. ¿A quién me ofrecí? A él. Pero como todo ser divino, se que me amó demasiado y me dejó juguetear con mi libre albedrío, pese a que yo no lo quería. Por otra parte y en paralelo, se que nunca podré afirmar un NO en su rechazo o un SI, en su afinidad frente a mis circunstancias. Ante eso, solo me quedan los actos de fe, los milagros.

Entre otras cosas, de él he aprendiendo lo que sus esporádicas, circunstanciales y breves apariciones me han enseñado(cosa que considero un verdadero milagro). He encontrado que en mi espacio, él sólo existe como una imagen y asociada necesariamente a una virtualidad ideal en la que se volvió por ser lo que era y ya no es. Ahora que lo veo, lo concibo más como un santo que como un dios. Encontrarse con un santo es muy poco frecuente... que decir poco frecuente, es rarísimo. La sensación de ello sólo me la ha producido conocerlo.

Mientras tanto, aquí en la tierra, me permito acurrucarme en un rincón de mi cuarto a seguir con mis tareas: pensando en sistemas coopernicanos ente propuestas geocéntricas y heliocéntricas, imaginando los cometas de Tycho Brae, descifrando los horóscopos de Keppler, la acribillada sádica y maquiavélica de los sistemas aristotélicos por Galileo, enuncio teoremas de electrodinámica clásica, me confundo con la relatividad en campos electromagnéticos, arreglo computadoras... Mientras tanto, repito esquemas y palabras entre un poco más de aprendizaje para seguir avanzando con mi órbita, ahora alterada pero constante en mi ciclo de vida.

Estoy despertando de la resaca que me tocó por tomar de su copa, de su copa de fuego que ilumina, que emborracha. Me ha dado a probar de un elixir mortal, y es así como he decidido suicidarme. Nos hemos asesinado y ahora quien sabe que somos. Pero insisto en seguir girando ante este sol. ¿Él? quien sabe. Apenas puedo encontrarme a mi como para salir a su búsqueda.


La sacerdotiza de jade, me ha indicado que necesito un poco más de experiencia.

(La sacerdotiza de jade, idea invocada por Darika Guillén Buendía)