viernes, 19 de noviembre de 2010

Luto


La revolución ha terminado, ha fracasado. La realidad se impuso. Ganó el malo y perdió el bueno. La historia (en los actos) ha dado elementos suficientes para que podamos decir que la revolución ha sido disipada.

Se mataron a todos y cada uno de los héroes (y heroínas) que alguna vez tuvieron una voz y un liderazgo. Acabaron con todos y cada uno de los que se alzaron. En los escombros de las ciudades sublebadas queda solo el tétrico recuerdo de gritos y llantos de dolor y de pena, de amargura y frustración. Los muros y las paredes de todos los lugares (los que quedan) son sólo un bostezo amarrado al recóndito recuerdo de un ideal y una causa. Quizás ahora, entre el polvo y la sangre de estos pequeños lugares, quede acaso alguna pancarta medio quemada y llamando a la organización del pueblo. Todo indicio de victoria quedó resuelto en la muerte....

Ahora, ya no hay Estado ni forma alguna de gobierno. Todo se ha tornado en una inmediata necesidad de supervivencia, una primitiva manera de subsistencia generada por el choque tan inminente de dos fuerzas como las nuestras. No podría haber otro resultado en todo esto mas que la masacre y el genocidio como acto cotidiano. Había demasiada energía de los dos lados como para no generar una catástrofe de tal magnitud. De todas formas, un lado ganó, y al final, se ha quedado con el botín.

Así murió todo esto, en una batalla perdida, en un arrebato del destino que nos ha permitido encontrar una constante que se repite en la historia humana: la vileza de nuestra raza, la corrupción y la habilidad de corromperse, la violación, la imposición de"lo malo".

Quizás al final, todos sabríamos que esta historia acaba así, en la muerte (que no es lo malo), y quizás sea esa la constante que se repite en todo ciclo.

Aquí, y ahora, no queda nada de la revolución que algún día decidí alzarle al destino, y se que de alguna forma, en esta tragedia tan repetitiva y obvia, se quedan muchos de los deseos que tuve del mundo en algún momento.

La vida me enseña día con día, que muchos, casi todos mis deseos, se han quedado en eso. Tengo mi alma en paz, y creo que hice una lucha que desde el principio sabría que terminaría de esta forma.

Las revoluciones del alma, han quedado disueltas y en sus anhelos llevan impresas lo que para mi implicó el deseo de un mundo, de un universo. Me queda claro que ahora, el universo que acontece, se genera más de actos violentos e impuestos, que por deseos y anhelos....

!AMLA LED SENOICULOVER¡....

¡REVOLUCIONES DEL ALMA!

sábado, 6 de noviembre de 2010

Edén - La barranca



He construido al fin el templo que me pediste en medio del océano,
y he levantado una torre para escuchar cuando estés llamando.
He cosechado los frutos rojos y los corderos aguardan resignados,
pero el asunto de matar a Isaac, no soy Abraham y quisiera negociarlo...

Y sólo así cruzar las puertas del jardín del edén.
Y sólo así cruzar las puertas del jardín del edén.

Nos expulsaron del paraíso
Por un antojo tal vez irreflexivo
Y se supone que volveremos cuando
Dejemos de andar entre los vivos

Si estás pensando en la eternidad
Para empezar trata de estar sereno,
y compra un poco de protección
Aquí en la tierra como en el cielo.

Nadie sabe lo que pasara una vez que cruces el umbral.
Nadie sabe lo que pasara una vez que cruces el umbral.

Y mientras tanto vagamos solos por este mundo en busca de Respuestas:
¿Esta la tierra entre el cielo y el infierno o el cielo y el infierno están aquí en la tierra?
¿Tu cuerpo suave, tus labios rojos no son acaso el mismo paraíso?
Por eso ven a dormir conmigo y que nos despierten el día del juicio.


Y sólo así cruzar las puertas del jardín del edén.
Y sólo así cruzar las puertas del jardín del edén.

Nadie sabe lo que pasara una vez que cruces el umbral.
Nadie sabe lo que pasara una vez que cruces el umbral.


Y sólo así cruzar las puertas del jardín del edén.
Y sólo así cruzar las puertas del jardín del edén...

“….desdigo a Dios, porque al tenerte yo en vida, no necesito Ir al cielo”

viernes, 5 de noviembre de 2010

La Sacerdotiza de Jade




Sola y amargada, sabia y serena. Eterna. Así bajaba con cada paso las escaleras de la pirámide construída en su honor y representando a su madre primigenia. En sus delicadas pisadas dejaba ver sus pies por los pequeños huecos que sus sandalias tejidas mostraban. Su cara estaba cubierta por una máscara de jade con orificios para sus ojos y su nariz. Los labios eran de rubíes colocados con mucho cuidado, y en las puntas de sus carrillos se encontraban ocho perlas aglutinadas de tal forma que daban la impresión de ser la punta de sus mejillas. Su traje era liso y largo, como un lienzo que se mostraba casi transparente y de un color verde que dejaba ver su hermoso cuerpo de oscura, tersa, y firme piel. Y su pelo largo casi hasta los pies, como una cascada de oquedad, igual de negro y profundo que su mirada. ¿Y a quienes miraba?

La sacerdotisa de jade bajaba con su máscara y su lienzo. A cada paso daba una bendición a quienes le rendían culto y una maldición a quienes abusaban de su hechizo. Las danzas de quienes la esperaban, se escuchaban en todo el pequeño valle. Y ella, con su misteriosa cara y en la profundidad de sus ojos, permanecía en un trance tal que cada paso era un milagro. En la cima de la pirámide, el fuego era inmenso y provocado por el viento, una llama tal que desde lejos parecía un faro que iluminaba la región, y en la base, el rito comenzaba con el sonido estrepitoso del crujir de las ascuas.

En la piedra especialmente labrada, yacía un joven, que al igual que ella, portaba una máscara. La diferencia yacía en el material que, en el caso del mozuelo, era de un material tejido y le cubría toda la cara. El risado cabello del joven, que había sido largo durante un tiempo ya, era cortado, por los asistentes de la sacerdotiza. Desnudo y sosegado, con un taparrabos y con un charco de sudor y lágrimas, el joven se resignaba a contemplar el cielo con su luna y los dioses de los astros.

[escrito 3/08/10]