viernes, 6 de febrero de 2009

Estubo en nuestras manos


Allí estaba recostado, entre tantas escalinatas y puertas abiertas, con un futuro prometedor, con cimientos de deseos, emociones, acciones y sonrisas. Todos amábamos a ese acto. El reflejo de nuestros ojos era evidente e indestructible. Pareciera que de nuestros actos cotidianos estuviéramos tejiendo actos de increíble exactitud. Era un ejemplo a seguir, mi idea, mi vida y la tuya en lo más sano, lo más fuerte. Germinó en tierra buena, y se nutrió de buenas esperanzas, pero en el fondo, siempre se supo que no duraría mucho, no lo proyectado, quizás ni lo pactado. Murió y nos negamos a reconocerlo por un tiempo. Quizás porque el dolor que nos generaba nos cegó. Murió y pensaste que habría posibilidad de revivirlo, de reencarnarlo. Quizás no te habías dado cuenta, tampoco yo. Era tan delicado y a la vez tan fuerte, tan hermoso, tan ideal, que no podía ser para siempre. Seguro dirás o pensarás que yo fui el que lo maté, que yo tengo la culpa y que tendría que ser yo el responsable de todas estas consecuencias, pero la verdad es que no. Yo no he matado nada, yo cuidé eso que teníamos hasta que descubrí que no tendría remedio, hasta que lo vi muerto, hasta que supe que no habría forma de rescatarlo ni resucitarlo. "Lo que muere para siempre muerto está".

Desperté un día, después de mi cumpleaños, y contemplé en mi misma tierra (la que ya no era de los dos) y ya había crecido algo diferente. Germinó sin pedirme permiso. Descubrí que todo lo que había deseado rescatar de eso que sembramos no iba a pegar, no quería que pegara, no quería que renaciera de nuevo. Había algo nuevo que cuidar y algo viejo que concluir. Mis esperanzas se esfumaron y la llaga se abrió. Las espinas de aquello recientemente fallecido me dejaron desangrado. En tu invernadero ya había una planta que sembrar, y yo la dejé sin la tierra, nuestra tierra. Y ahora, lo que sembré creció sin control, invadió espacios que no pensé que nunca invadiera. Perdí el control y me domina. Ha sido una lucha constante, un paso determinante para poder entender el amor y la vida, mi cuerpo, el alma y lo que pienso. Todo reestructurado por esa invasión que se ha vuelto una simbiosis. Dos organismos nos hemos fusionados (mi constructo y yo). Y yo, la verdad me siento muy bien, muy fuerte, con ganas de comerme al mundo.

La tierra de este constructo ha sido mía, y el agua ha sido proporcionada por muchas personas. Su motivo para crecer, el borracho de fuego. Su motivo para seguir creciendo, yo y todo lo que quiero, mis esperanzas por voltear al mundo y no amargarme por lo que veo. Es propio, sin alguien más que lo que haya deseado dejar crecer. Le he permitido crecer sin ataduras, ha sido como la vida, sin planes y sin acuerdos implantados. Se ha dado como cuando algo tiene ganas de vivir y no desea dejar de hacerlo. Ha sido como aferrarse a mi y yo a esta institución peculiar. Nació así sin más, sin pedirme permiso. Se rodeo de cosas que le permitieran seguir existiendo y ahora es parte de mí.

Yo sigo en luto, lo creas o no. Sigo triste y enojado por mis actos, sigo pensando que hice lo mejor, aunque quizás no de la mejor manera. Tomé una decisión y tú has tomado la tuya. Y con el dolor de todo esto la respeto, porque así es y no hay mucho que hacer, no hay mucho que encontrar ni discutir. Dudas siempre habrá, y haga lo que haga, diga lo que diga, tu escucharás siempre lo que quieras escuchar, tu pondrás actos y palabras en mi porque sólo así puedes justificar mis actos, porque no los comprendes y porque te hiere hacerlo. La verdad es que nos amamos de maneras muy diferentes. La verdad es que construimos algo fuera de nuestros alcances, de mis alcances al menos. La verdad es que murió sin más, porque así pasa en la vida, porque aunque cuides y le des atención amor y afecto a algo o a alguien, no siempre la voluntad de vivir en eso existe.

Lamento mucho todo lo que estamos pasando, pero lamentarlo no arregla nada. También hay que vivirlo y como lo que aprendí contigo, hacerlo parte de la vida, parte de lo subsecuente en los actos. Aquí yo vivo mi proceso, solo, como siempre lo he hecho y como lo he aprendido hacer a lo largo de mi vida. Si crees que nunca podremos volver a ser amigos, pues eso, es decisión tuya, no mía. Yo creo y vivo otras cosas, así como cuando estuvimos juntos, yo te amé (y te amo) de manera diferente a ti, porque somos muy diferentes.

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