miércoles, 14 de abril de 2010

Vicio nocturno


Vicio nocturno,
que llama,
que envuelve,
que derrama en cada gota un susurro de amanecer,
que vuelve del inframundo con un grito seco,
con sed de sueño,
con almas rotas y trozos de pereza entre las uñas.

Vicio nocturno,
que delata y que retorna,
que me abandona en su reclamo,
que entre ojos encendidos los miramos desde el fuego,
que con lágrimas de tierra despedimos los suspiros,
con suspiros y llantos,
con llantos y gimoteos,
con aliento y orgasmos:
sudor de tierra...

Bullicio del amanecer,
que al acontecer devuelve los pesares,
que olvida y come,
que consuela y encrucíja al que no ama,
al que con su lengua desata la lujuria,
al que besa con los labios al sol del medio día,
al que vibra,
al que sufre,
al que encanta con su mirada al ocaso.

Corazón desatado y escaso:
vicio nocturno,
alma insatisfecha, insaciable,
cazador de perdones por culpas impropias,
soberbias,
lejanas y marchitas como el invierno en verano,
como la muerte en el cielo,
como la vida en en el mundo.

Copa de las llamas,
que llama y grita al que con estrellas duerme,
que invoca al que en vanidad se consume,
al que con fuego se emborracha
y que de frío, en humildad se escarcha,
y que se sonsaca en sentires lejanos,
caídos y vanos,
pesados y secos,
cansdos y tercos.

Copa del fuego emborrachante,
perdona y sigue ardiendo,
arde y sigue alumbrando,
que pierdo el rumbo y que no sigo,
que sigo el rumbo que no pierdo,
que pierdo el paso en las centellas,
que duermo y sueño,
que imagino.

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