jueves, 20 de mayo de 2010

Asdlo Ag-Lumen


Un guerrero ha sido invocado en el año de las sombras, resguardado bajo el sello de la tormenta y en la veintena en la que se venera al hikuri. En su pecho está el hueco que le ha dejado el sacrificio de su corazón en el pedernal, requisito imprescindible para bajar al inframundo. Su cuerpo modificado le da el poder allí, lo levanta en un segundo, tercero, cuarto... lo levanta en un nuevo renacer que le permite seguir caminando. De su frente, en un pequeño orificio, se ve la luz que se le ha dado por regresar al mundo de los vivos. Al parecer hay como un lunar en su cráneo, disimulado por los pelos blancos que tiene en la zona. Todo su rostro está quemado, pero reconstruido por el tiempo y la experiencia. En su torso, una cicatriz a la altura del hígado le recuerda la perdida de un apego hacia el mundo material ,que en lo general es erróneamente igualado al mundo de los vivos. Ahora, el guerrero Asdlo Ag-Lumen ha sido invocado.

Gambiche, el sumo sacerdote, lo conjura. Ha sacrificado un cisne, un gato, un zorro y a una puta, ha comido 13 peyotes y ha conjurado maldiciones correspondientes a los tiranos de ese día. La noche, en la que se levanta el antes cuerpo decapitado, es de luna llena, nublada y con truenos secos a lo largo y ancho del desierto, menos en donde él se encuentra. El conjuro, así como el conjurado, resultan un misterio escrupuloso y parcial. Gambiche, acompañado por sus guías, el xoloscuincle, el quetzal y el pajaro muan, penetran en los sueños de los antiguos pobladores para robar recuerdos de actos que jamás serán mencionados nuevamente. Y así, con pequeñas apariciones, guía al guerrero entre la oscura penumbra hasta llegar a ese sitio, conocido por los pobladores de toda la región como un lugar en el que el inframundo y el mundo de los vivos tienen un mismo sitio.

A lo lejos, las pisadas de un lobo se escuchan como un galope de mil uayebs. El viento sopla tan fuerte, que el harapo del sumo sacerdote casi ha volado. Gambiche se incorpora y ve de frente la trémula mirada con sus ojos brillantes, ojos humanos pero que con la noche adquieren la nostalgia del desconsuelo, que en su brillo (el de la mirada de un niño) se encuentra encerrado al que ha invocado. Nahual o humano, el guerrero ha llegado hasta Gambiche, y él, le pedirá lo que tenga que pedirle, y Asdlo decidirá que pasos tomar, que actos seguir. Pero el destino está escrito, y ambos lo saben. Él, como el guerrero, Gambiche como el sumo sacerdote.

La temporada de lluvias se acerca, y la hostilidad de las noches que ocultan con nubes a la luna es bastante estridente. Sólo en ese lugar, en el que el mundo de los vivos une al mundo de los no vivos, las nubes respetan el brillo de la media noche. Allí, el destino ha forjado una nueva llama, un nuevo pacto.

Las pisadas en el desierto se escuchan cada vez más lejos, y en el lugar del rito, solo queda un saco de huesos humeando, el cadáver de una puta calcinado y cuatro piedras ordenadas hacia los puntos cardinales. El quetzal volando hacia la luna y un búho hacia el norte. El xoloscuincle se ha acomodado bajo el zarape arapiento y a lo lejos el amanecer aparece.

[Escrito el 29 Dic 2009, Terminado el 20 May 2010]

2 comentarios:

AlejandroV dijo...

Te quedó genial, a mi parecer, definitivamente sabes describir grandes ideas con pocas palabras. Saludos!

Amla Led Senoiculover dijo...

Gracias!! pues bueno, tengo más que evidenciado al culpable de todo esto... jajajajajajaja... ai cuando lo vea, pus me saluda al muchacho ese...