lunes, 31 de agosto de 2009

Treinta y tres


En ese mar de acuosidad incomparable, se alza como un gusano queriendo alcanzar el cielo, este anhelo que poco a poco se transforma irremediablemente en un recuerdo. Se deslumbra, se entristece, se queda mudo. Como un ciego y sordo suspiro que no llega ni a quejido, el pequeño animalejo se contrapone a la mirada de todo ese universo de agua, como negándolo, como luchando por no morirse ahogado. A la mitad de este desierto de olas y soles hirvientes, agoniza sin sentido, este pequeño gusano.

Suele ser muy terco, ese sentir que tenemos nosotros los mortales. Esa testaruda necesidad de no seguir lo que deseamos, o de desear lo que no podemos seguir. Preferimos construir imágenes que nos recuerdan los deseos y las flamas de incandescentes instantes, preferimos cronstruir proyecciones que no permiten más que encerrarnos en pasados, en recuerdos. Suele ser terco y cruel este destino, que nos permite agasajarnos en nuestro masoquismo sin sentido. Benevolente y cruel, terco y complaciente. Quizás algo retorcido recordarlo, permitiéndonos amar sin poder, o tener poder sin amar.

Y en otro lado, en un lago de terrosidad incomparable, miro al cisne que se levanta en vigilia. En sus pies hay un cadáver que se asemeja a ti, sin tu pelo largo, calvo y frío, descompuesto. En esa visión solo puedo estar viendo el acto, ha muerto Feuertrunken, y el asesino de sus días ha sido él mismo por medio del cisne. El cisne que ahora es ganso, sigue testarudamente parado en el cadáver, marcando su territorio, haciendo eterno el momento de su amor incomparable. Y aquí, sólo soy yo el que pudo ser testigo de esa hazaña. Atrás de mi, está mi reflejo viendo esa patética escena de obsesión y amor, entrega y fastidio. Juzgo con mi toga, y abrazo a mi perro de peluche. Yo, el que esta viendo y el que está espectando, me quedo viendo porque esta escena es un espejo, y en ese espejo se refleja al que ve espectando y al que ve al espectador. Es en ese reflejo que me encuentro escribiendo. Atrás de mi, hay una escena que ignoro, alguien que me ve, y atrás de ese alguien, hay otra escena con alguien más que lo ve a él, a mi, y a los otros dos. Así, pasa esta vida, en la que al final de las escenas, hay un celoso cisne arriba de un cadaver que ve una última escena: en un mar de acuosidad incomparable, y con muchos ánimos de seguir vivo, se halla un gusano con el anhelo de llegar al cielo, a una tormenta.

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