jueves, 2 de abril de 2009

La muerte de la inmortal impaciencia


Ante una luz bastante deslumbrante, como una sombra, tenue, bajó la impaciencia a presumirme este estado. El rojo en la sábana donde se posó se hizo inmediato, pues a navajazos me hizo invadirla. Irónico resulta que la impaciencia sea víctima de sí misma. Ahora sólo quedan rezagos de sus órganos mutilados, retazos de una historia inconclusa. Mi cama es roja, mi cuarto y mis cuadernos se han decorado con ella. Es un lugar tranquilo porque la he matado, aunque a veces, su olor me la recuerda. En su lugar dejo bonitos recuerdos.

A veces te extraño, linda Impaciencia. Podías hacer que le hablara sin más dudarlo, podías hacer que pensara todo el tiempo en algo que no tenía sentido, en algo que no existía, en él y en un él que no existe. Llamabas a tus amigas, unas chaquetas mentales, pero eran demasiado enérgicas en sus tonos, ruidosas. Igual que tu, desesperaban con su simple presencia. Hay de ti, hermosa Impaciencia. No te merecías tal destazamiento, pero es que no encontré forma de callarte. Sólo así, destazando tu cuello poco a poco, podía reír macabramente mientras escuchaba tus sofocados lamentos. Después, quien sabe que paso. Desapareciste o perdí la conciencia de mis actos. Vi tu brazo en mi lámpara, y tu piel en mi colcha, algunos cachos de tu espalda en mi cuaderno, algo de tu sangre en una botella de vodka. Así te fui encontrando, en cachos rojos a lo largo de mi vida, en mi ropa, mis recipientes, la taza y las cortinas. Luego, cada que me acuerdo de tu cara, sollozo. No hice mal en matarte. Uno no puede matar eternamente a la impaciencia. Así eres, y cuando quieras te aparecerás de nuevo para que cometa las mismas idioteces que me caracterizan al acontecer contigo.

A veces pienso que te invoco para hablarle. A veces para que pueda escribir algo, lo que sea, algo así como describir tu sangrienta muerte. A veces eres imprescindible y me canso de sólo pensarte. Estoy harto de hacerte presente. Me he bloqueado por tus drogas y tus ademanes, tus vicios y tus distracciones. Me he vuelto impertinente, e intolerante. Tambien creo que algo intolerable y como tu muerte, sofocante. Tu fuiste el chivo expiatorio de esta vez, he ganado una patética batalla, pero, ¿Cuándo te apareces de nuevo?

Si lo haces, hazlo de noche para que te sueñe y no me afectes. Si lo haces de día, aparece en lugares que pueda esconderme de ti. Juguemos ese juego interminable de buscarnos y nunca encontrarnos. Vete lejos, y aparece para quitarme mi paz, aparece para revolverlo todo, para darle movimiento a mi estática presencia, paciencia que cuando vivo aburrido me delata, me enloquece. Impaciencia, aléjate y vuélvete un sueño, aléjame de mis detonantes ademanes de volver hablarte. No quiero seguir siendo vampiro de tu sangre, de tu distracción que me sabe a estancamiento. Deja de ser mi pretexto, déjame en paz, vete.

Ahora habrá que ser paciente a esperarte, habrá que renunciar a ti para poder sorprenderme si el destino nos vuelve a juntar. Al final, Impaciencia mía, nunca fuiste sólo para mí. Al final no era nuestro destino estar juntos. Renuncio a ti, eterna Impaciencia que he matado tantas veces. Renuncio a nuestro destino desquiciante y esquizoide que tanto proyectamos. Vuelve de donde viniste, o muere con el olvido que para mí ya estas muerta, y de hecho te he destazado.

Hasta luego, impaciencia, paciencia de los que esperan a encontrarse obligándose a esperarte.

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