miércoles, 18 de marzo de 2009

Acerca del Archiduque



El duque hace un rito para invocarte en su altar de todos los días. En todas las miradas, el Duque Leinad busca la que es tuya, la que sin duda se ve que es de rotunda alegría. Levanta las piedras para buscar tus pasos, tus huellas, las marcas que dejas en la tierra. El Archiduque de Gomorra yace convertido en un felino cazándote, acechando tu sombra y recordando tus actos, tus caricias, tus labios. La puta, disputa en su regazo la realidad, la carcome para que poco a poco se desgaje como él quiere, te ha tratado de envenenar mil veces con sortilegios racionales en una lucha incansable por obtenerte, pero siempre llega un héroe celestial, tu amor, te salva y lo dejan solo. Él, de manera patética, cree que eres su príncipe azul así como tú crees que tu amor es amor, y así como tú vives tu amor él lucha contra sus demonios. En la noche no consigue el sueño. Fantasmas empedernidos lo han vuelto un muerto en vida, vida sin rumbo. Ha enloquecido y de la forma que había planeado.

Su locura, su demencia, parte del dolor, de la pérdida. Parte de parir algo que nació muerto: amor que nunca germinó, que nunca vivió y sin embargo si se idealizó. Su locura nace de que es una puta, de que es poseedor de algo que no le posee. Su locura es ahora una carga, y ya no puede deshacerse de ella. Su alma vive en una paz ficticia, en un lecho de sabiduría recurrentemente inútil, insaboro. Se vuelve entonces un terremoto, retumba, se desgarra, se contrae y explota. Se pone rojo y luego jadea. Se vuelve una figura singularmente patética: se pone colorado y su cara de enojo se vuelve algo evidentemente risible. Se ríe y después enmudece. Vuelve a llorar, pero esta ves si saca lágrimas.

En la lluvia se cura. Siente el poder del agua y de la contaminación que lo intoxica tantito. Cuando consume THC y cuando está con sus clientes siente una especie de satisfacción, pero es efímera y siempre termina añorándote en dichos actos. Ha perdido los ritos y se ha convertido en un mutante en su mismo espacio. Está confundido, está perdido y por eso te busca, pretende encontrarse. No se encuentra porque confunde, porque tapa, porque huye. Si, el Duque huye y se esconde también, más bien, esconde sus actos, sus faltas, las trata de olvidar y les cambia nombres. Las hace metáforas y se revuelven, se confunden, deja que se compliquen lo suficiente para dejar de entenderlas y dejarlas a la deriva en un mar de líquido seminal, líquido de muchas chaquetas mentales. El Duque parte en un barco sin rumbo en ese mar de semen, a una tierra inesperada. No vuelve, no hay regreso. Por eso está perdido, por eso confunde sus actos con sus sentimientos y sus pensamientos.

El sol ya no alumbra, las estrellas ya no guían. Está en un éter de espera consumido por una cotidianeidad que no aguanta. No es desafortunado pero se siente mal, pero se siente bien, pero no se siente. Es incongruente y bipolar. Está enfermo. No hay cura para la locura así que vuelve escapar en otro barco, vuelve a volverse una evasión justificada para que no se sienta como evasión, le trata de quitar a la cobardía su naturaleza vil para convertirla en una justificación. El Duque no entiende que cualquiera de sus actos siempre podrán justificarse. El no ve la diferencia entre un acto de amor, o uno de aprecio. Enloquece otravez en su misma locura. Vuelve a ponerse prieto, se enoja, se ríe y se burla de nuevo de sí mismo...

Al final, respira cansado y se deja caer. Duerme...

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