lunes, 2 de marzo de 2009

Sentires absurdos

¿Qué siento? No sé porque no es alegría ni tristeza. Es absurda la pregunta como es absurdo todo sentimiento que se trata de razonar así nada más. Se que tengo actos inconclusos en mi mente, mi alma y de mi cuerpo. Generan como cerrojos en todas las ventanas de mi alma, se cierran y caen en el vacío inhóspito de una indiferencia o desinterés muy incongruente que no logro entender (el tuyo). Se hacen como barrotes en mis puertas y me quedo prisionero en el ocio de imaginar e imaginar, me vuelvo prisionero de mi mente y pienso: volar para alcanzarte, alcanzarte para quererte y desearte, desearte para aferrarme más a ti, aferrarme para abrazarte y sentirte en mis sueños soplando tu respiración en mi nuca mientras los dos sudamos este calor artificial que nos sabe a playa.


"Nunca más -me dije a mi mismo- dejaré que el daño inunde nuestros mares", pero mi naturaleza de tormenta o terremoto impide que nuestro choque de masas sea estable, sea predecible. Simplemente no se puede controlar y tengo que pensar en todo lo que sucede adentro, en el ojo del huracán. Ahí flotan con presiones insospechadas los dos cuerpos, estallan y llegan a tocar el cielo, caen y los separa de nuevo la tierra hasta que los dos pueden y quieren volver a unirse. Después de eso, comenzamos a desearnos.

No puedo voltear al mar o a la costa sin pensar en cada choque, cada unicidad de un momento adquirido por un presente grosero con nosotros, sin embargo, le agradezco haberme puesto en dónde estoy. Tampoco puedo dejar de sentirme víctima patética de una vida que me lo da todo pero me deja desolado. Encuentro que al vacío lo lleno con mis pesares porque es quizás una penitencia autogestiva que vomita y regurgita hambrienta conmigo todo lo que siento, pienso y vivo. Luego entiendo que no he terminado procesos fundamentales, y que a la vez necesito que estemos los dos juntos por solo un capricho, por sólo una sorpresa de la vida, por sólo un maldito sentimiento y todo esto mezclado al mismo tiempo. Pensamos en un caldo que comenzó con la idea de la sopa perfecta y terminó podrido, fermentado. Habrá que ver que pasa si se destila. Por eso, tomemos más mezcal y fumemos más marihuana. Quiero probar la mezcalina, quiero consumir de nuevo tus labios.

Y mientras tanto, vivo con la monótona esperanza de que algún día me hables a mí, al patético que se está tragando todo su maldito orgullo y no sabe esperar, que ahora se victimiza para echar culpas, para expiar penas y pesos no deseados, extrañando los besos de los hombres, tus besos, encarnando en la cotidianeidad una manera artificial de darse cariño del que no tiene y del que quiere, imaginando, permitiéndome a cada rato sentir cómo las tripas se me han mezclado con cada comida para volverse bulto de carne sin sentido cuando abdomen se contrae, y siento una especie de cosquilla provocada por los nervios, la tristeza y el vértigo. Luego vomito un poco de suspiro, y se calma. Es como después de que lloras y estás en consolándote en el regazo de tu madre, pero esto es un poco más autónomo y nada placentero, ya sin contar que no me encuentro en el regazo de mi madre terminando de llorar, sino que resulto ingiriendo un insípido desayunando en la cafetería de mi facultad, solo, con muchos nudos en la garganta y miles de presiones por la escuela y la vida cotidiana. Así son mis días, mis mañanas.

¿Sufrir? Si, pero no descalzo, no sin música o sin drogas. Si, pero con una estúpida esperanza igual de incongruente que el desinterés que presentas. Y no importa porque a ti te entiendo por todas tus circunstancias. Te justifico porque esa mirada tuya lo logra todo. Logra que pueda comprender tus acciones y todas tus palabras. También me emborracha e incluso me permite evadir algo que quiero (lo que no tenemos, lo que quién sabe si tendremos). ¿Y tú? No sé. Quizás atrapado en ese limbo del que me platicas, quizás aplazando decisiones que son imposibles, o que son impertinentes, pero aplazando. Quizás estas evadiendo -de nuevo- todo lo que tienes que afrontar de otra forma (no decidiendo). O quizás ya decidiste y me haz dejado hasta el último, o quizás te hayas vuelto tú el último en tu lista. Quizás te estás volviendo a generar esa sensación de culpa tan característica tuya por no serle fiel a tu novio. Pudiera ser que sólo no haz tenido tiempo, o que no haz querido hablarme porque comienzo a acosarte, o yo que diablos se... El “quizás” y el “pudiera ser” no importan. Lo que sea que sea se escribe a cada día en mi vida. Cada día pienso una razón diferente del por qué no te diriges a mi, cada día me hago una estructura diferente para aguantar la tentación de marcarte, o escribirte, o pensarte. Y es paradójico que en cada una de estas razones esté haciendo lo que no quiero hacer. Sin embargo, lo hago porque quiero retenerme, lo hago porque quiero "aguantar vara" para cuando podamos vernos, lo hago porque quiero dejar de hacerme chaquetas mentales, pero a veces es demasiado fuerte mi desolación y no puedo contenerme. La verdad es que cuando estoy contigo no me siento solo.

Aquí se vive algo raro. Sólo lo platico al aire para que se sepa en este grito que no me es fácil estar así, pero que aquí sigo, tratando de aguantarme las ganas de huir, de evadir, de pensar que no se puede, de mandarte a la verga y de mandarme a la chingada. No soporto la idea de no afrontar mis decisiones.

Todavía aguanto pero ya es marzo y se acercan los aires secos que me llaman, que nos llaman, que propusiste y me zumban en la cabeza. Todo indica que no se podrá, que no se concretará nada (principalmente por mis posibilidades para hacerlo, y porque no se ha mencionado nada del tema). Todo indica que el aire que nos hizo chocar se está yendo, y yo, tercamente no sé como interpretarlo porque me da miedo quedarme otra vez sin compañía ni nuestra empatía. Al final, bien dicen que la esperanza es lo último que muere.

2 comentarios:

Hugo Krieger dijo...

Es tan simple ese sentimiento de no saber que sentimos. Tan absurdo. Tan falto de razón. Y nosotros muchas ocasiones tan aferrados y adictos a la lógica y su razón, nos destrozamos al sentirnos tan vulnerables. Tan abiertos. Tan sinsentido.
La buena noticia??... todo pasa, ya la musica, las historias o nuestros vicios son buenos compañeros mientras tanto.

Suerte valiente

Jose M Serrano dijo...

es una nube que espera al viento